Más Capadocia
- lectura de 4 minutos - 766 palabrasGlobo
Muy molón. Nos tuvieron que venir a picar a la puerta de la habitación porque el despertador de mi móvil estaba atrasado y entonces nos despertamos 5 min antes de la cuenta y ellos además llegaron 5 min tarde. Fuimos en bus hasta el lugar de despegue con unos italianos muy majos. Había uno que se llamaba Sergio (que sale en una foto) que trabajaba en un desguace de barcos y conocía Asturias y nos empezó a decir “Oviedo, Gijón, Avilés, Grao, Pravia…” En el lugar de despegue teníamos un minidesayuno con café, té y pretzels (no sé cómo se llaman en castellano ¿saladitos?). Hacía muchísimo frío 7ºC y Claudio iba sin abrigo y yo con el pelo mojado. Yo me cogí un café caliente y Claudio quería ir a hacer footing, aunque en realidad creo que estaba demasiado dormido como para intentarlo. Los italianos estaban alucinando y decían que bueno, que resistíamos porque éramos jóvenes.
Había tres globos y nos pusieron en uno con los italianos (mejor que con los españoles). El piloto era muy majo y nos hizo un recorrido muy interesante. La experiencia fue increíble, nunca habíamos visto nada parecido. El cielo estaba lleno de globos, de Capadocia salen 35 todas las mañanas.
Conocimos a una italiana/eslovena muy maja que nos sacó un montón de fotos y que cada poco miraba para mi pelo con cara de frío.
Nos recibieron con champán que le encasqueté disimuladamente a Claudio, pero los italianos me pillaron y me hicieron ponerme otra copa. Nos dieron un diploma de vuelo, más postales (aquí las regalan por todo por lo que se ve) y nos devolvieron al hotel.
Y no pagamos, a ver cómo lo solucionamos con la dueña de Tekelli Evi.
Valle de Ihlara
Tardamos un poco en llegar porque estaba bastante lejos. Metimos comida en la mochila y salimos a caminar. El paseo era muy agradable a la orilla del río por unos cañones bastante profundos. Había muchas iglesias por el camino con frescos tan bien conservados como los de Göreme. Nos metimos por la orilla que no era y a la ida hicimos un camino mucho más complicado, pero fuimos a dar a un bar muy mono en el río en el que Claudio se dedicó a robar azucarillos (se los comía de 4 en 4).
En el camino de vuelta hicimos un picnic bastante extraño, mezclando salsa de los espaguetis con bonito en lata. Lo tomamos en el bote de la salsa porque no paramos a comprar pan de la que íbamos y nos turnamos para comer porque sólo teníamos mi navaja de tenedor. A pesar de eso no sólo era comestible sino también apetecible.
Derinkuyu:
Dudábamos entre ir a Derinkuyu o Konialgo, pero al final decidimos que la más turística no tenía porqué ser la peor (además la guía viva decía que era impresionante). Derinkuyu es una ciudad subterránea con 85 metros de profundidad, establos, colegios, comedores, casas comunicadas por túneles (algunos mínimos), pilas bautismales, cocinas y bodegas. Nos gustó muchísimo. La entrada era cara pero merecía la pena.
Üchisar:
Después de descansar un poco en el hotel y dedicarnos a escribir el diario, fuimos a ver el pueblo en el que nos estábamos quedando.
De los pueblos que hemos visto es el menos pobre. Subimos hasta la base del castillo para ver la puesta de sol y las vistas no defraudaron. Fui muy hábil y me dejé la tarjeta de memoria en el ordenador y tuvimos que bajar la resolución de la cámara para poder tener 6 fotos más. No llegamos a subir al castillo porque las vistas ya eran muy buenas desde donde estábamos y además estábamos cansados y nos daba pereza subir. (Claudio añade que además cobraban).
Fuimos a cenar a la oveja roja y como se puede ver en las fotos, el cambio entre el antes y el después de comer es “una cosa loca”. El sitio muy recomendable, todo estaba bueno. Pedimos una ensalada de patatas, Claudio una trucha de la que habla maravillas (poco más y lame el plato, pero el pan estaba muy bueno así que pudo hacerlo con pan) y lo mismo se puede decir de mí con mi segundo plato, una carne turca con pimiento y tomates.
Nos perdimos de vuelta al hotel y afortunadamente no hacía el frío polar de otras noches y se podía caminar sin tiritar. Al final Claudio tuvo que preguntar a un señor cómo llegar a Tekelli Evi y nos indicó muy amablemente.
Al llegar nos sorprendió una cosa: había nuevos huéspedes. Dejamos de estar solos en el hotel.