Último día en Pekín
- lectura de 5 minutos - 888 palabrasPara nuestro último día en Pekín sólo teníamos una cosa en mente: había que ir de compras. Nos quedaban algunas cosas de Pekín por ver, así que por la mañana fuimos al palacio de verano. El palacio de verano no es un palacio, es un complejo de palacios enorme con muchos árboles y un gran lago, con barquitas tipo retiro. Pero insisto en el tamaño del lago: enorme, más grande que los lagos de Covadonga. Muy bonito y agradable el palacio de verano aunque mucho calor y mucha gente.
Comimos en el McDonald’s y rechazamos la opción de ir al templo de Buda, que ya habíamos visto desde el autobús. En su lugar fuimos a una agradable calle comercial muy turística cerca de la parada de metro de Xidan, tipo tradicional. La calle tenía tiendas de souvenirs y sedas, todas muy buenas, así como agradables cafeterías. Nos tomamos algo en una de las cafeterías y paseamos por la calle entrando en muchas de las tiendas. Compramos unos pañuelos de seda preciosos y no compré una bufanda muy bonita. También me dí cuenta de que no tenía la tarjeta de débito, seguramente la dejé en el cajero al sacar dinero, así que la cancelé.
Ceci estaba realmente alucinada con algunos de los pañuelos: preciosos, muy buenos y baratos. Al continuar por el hutón, vimos un laguito muy agradable (South Sea), la verdad es que era una zona muy bonita. Pero no había tiempo, había que ir al fake market.
Del fake market poco sabíamos, sólo una parada de metro que nos había dicho la guía. Y al salir de la parada de metro allí había tres centros comerciales. Entramos en el que más pinta de cutre tenía pensando que ese iba a ser el fake market, pero no. Era un lugar muy tétrico, con cinco plantas de tiendas, pero no era un centro comercial sino que tenía topología de edificio de viviendas, sólo que las viviendas en vez de ser viviendas eran tiendas. Nos costó tener el valor de entrar en alguna tienda. Yo salí de allí con un polo que fue barato, y dejé de comprar uno porque la vendedora y yo no nos pusimos de acuerdo en el precio. Ceci no se compró nada porque no había nada de su talla. Aquí lo que parecía que vendían era mercancía robada, la ropa tenía una pinta espléndida pero el precio no cuadraba.
Salimos y volvimos al metro con intención de cruzar la calle, pero en el metro nos encontramos, ahí sí, los aledaños del verdadero fake market. Es una especie de mercadillo con sastres y tiendas de ropa. Compramos alguna que otra prenda regateando bastante en el precio, pagando menos de 15€ por cada prenda. Muy baratas tenían buena pinta. Pero aún así, creo que a escala china nos timaron, aunque nunca lo sabré, el regateo es lo que tiene.
Ya en la superficie llegamos a la real thing. El mercado de falsificaciones de china se llama “silk market”. Da miedo. Muchísima gente y chinos acosándote para que les compres más que en el gran bazar. Precios tirados por los suelos y muchas plantas, creo que seis. No en todas vendían falsificaciones, de hecho un negocio que se lleva bastante es el de los sastres. De haber sabido donde estaba, habríamos ido antes y yo habría vuelto con unos cuantos trajes y Ceci con unos preciosos vestidos de seda. No quisieron hacerme una camisa, quizá porque hay poco margen, pero sí que aprendimos que te ofrecen un traje de un día para otro y, como nos íbamos al día siguiente, nos dijeron que no habría problema, que por la noche lo tendríamos en el hotel: menos de cuatro horas para hacer un traje. De todas formas uno cuando va a un sastre (y yo no he ido nunca) espera intimidad y tranquilidad, no el barullo de gente que había allí. Aunque el género era bueno.
La ropa de marca difería en la calidad. Van desde las que realmente son de marca (al menos son indistinguibles) a las imitaciones realmente burdas. Luego hay bolsos, relojes, de todo. Da un poco de miedo comprar allí, la verdad, pero si se supera ese miedo se pueden conseguir cosas por precios realmente bajos.
Recorriendo el centro comercial de arriba a abajo, llegamos a la planta baja cuando se estaban marchando los vendedores. No sé muy bien cómo va la cosa porque lo meten todo en bolsas grandes de basura y se lo llevan. Ceci aprovechó para comprarse un vestido por 20 yuanes (menos de tres euros). No es un vestido de seda ni está muy bien hecho, pero es un vestido bonito que le queda bien y, en sus propias palabras, fresco.
La vuelta al hotel fue difícil porque el metro estaba estropeado, tuvimos que coger un taxi. Nos costó bastante, y al final pactamos un precio de 70 yuanes para que nos llevaran al hotel. Estábamos tan cansados que ni intentamos regatear, sólo queríamos llegar al hotel. 70 yuanes (9 euros) es barato para Madrid o Europa en general, pero ese trayecto lo podríamos haber conseguido quizá por 20 yuanes o menos. El taxista nos llevó contentísimo.
Para celebrar que era el último día, decidimos cenar en un restaurante chino de verdad: error. Simplemente cenamos, pero la comida no estaba buena.