El este del Algarve
- lectura de 4 minutos - 813 palabrasHoy hemos visto más cosas que ayer, pero no porque ayer fuéramos vagos y hoy rápidos sino porque ahorramos mucho tiempo en dos: comer y coche. Comer porque comimos a base de bocadillos y coche porque la distancia recorrida ha sido menor. Pero empecemos por el principio.
Íbamos a ir a Almancil, parar y verlo, pero desde el coche el pueblo no nos gustó nada, así que no lo hicimos y nos desviamos a Quinta do Lago. Quinta do Lago es una zona residencial de chalés y country clubs con muy buena pinta donde tienen casa los ricos, sobre todo ingleses. Lo de muy buena pinta no es sólo que se vea que las casas son grandes y que estén todos los jardines bien cuidados. También contribuye el hecho de que las casas son al estilo americano o inglés: sin muros o con una valla muy baja. Esto en España no es así (y yo creo que sería impensable), pero da un aspecto más acogedor. Fuimos después a ver la playa, que está separada del continente por la Ría Formosa; no sé si realmente la ría tiene agua en algún momento (diría que sí) pero en cualquier caso hoy sólo se veía el fondo del mar.
Visto Quinta do Lago, seguimos hacia Loulé. Loulé es la ciudad interior más grande del Algarve (no es mucho decir), y tiene un centro adoquinado y en blanco bastante agradable. Además hoy estaba muy animada porque los sábados es día de mercado. Compramos unas fresas, que nos fuimos comiendo mientras deambulábamos por el mercado, y un par de latas, pan y “chutney” de tomate para hacernos unos bocadillos.
Los bocadillos, claro, fuimos a hacérnoslos y comérnoslos a otra parte: a un banco en la ribera del río Guadiana en Vila Real do Santo Antonio con vistas a España. He de decir que lo que se ve de España son adosados, por contra en la parte portuguesa es un pueblo adoquinado con una plaza grande y agradable y casitas bajas bastante bonitas. Además vendían platos muy baratos (¡un euro!) y bonitos.
Aquí el día se empezó a nublar un poco, pero la temperatura seguía siendo agradable. La idea era seguir costeando hasta llegar a Faro, y fue lo que hicimos pero sólo con dos paradas.
La primera de ellas fue muy corta: Cacela Velha. Bonitas vistas sobre la costa y recuerdos de Ceci de cuando estuvo en el Algarve de pequeña; eso es lo que es Cacela Velha. Como las vistas eran bonitas, pedimos a una pareja de viejos españoles (lo que había por allí) que nos hicieran una foto: lo intentaron, pero no fueron capaces de hacer la foto. Sin comentarios. Nos hicimos una con el automático con vistas mucho peores.
La segunda parada antes de Faro fue larga: Tavira. Tavira es muy agradable y relativamente grande, con una muralla, iglesia grande, puente romano y la Plaza de la República, donde ver a la gente pasar. Lo primero que hicimos fue subir a la zona alta a ver lo que se veía. Se ve la costa, pero casi diría que lo mejor no son las vistas sino el jardín. Y después fuimos bajando hasta llegar a una cafetería en la plaza donde pasamos un buen rato. Allí contemplamos como una pareja de policías españoles estaba por allí; nos explicaron que están de apoyo porque en la zona hay mucho español y lo que hacen es colaborar con la policía portuguesa. Podríamos habernos quedado a cenar en Tavira pero no teníamos mucho que hacer, porque el tiempo no acompañaba para coger un barco y ver la Ilha de Tavira; en cambio sí que dimos una vuelta por el pueblo. Con Silves, el más agradable de los que hemos visto.
Aprovechamos para llegar a Faro con luz natural y dimos también un paseo por Faro, cosa que no habíamos hecho hasta ahora. Para el tamaño de ciudad que es, hay muy poca gente por la calle. No sé si en verano la cosa es diferente. Antes de cenar, subimos a lo alto del hotel Faro (creo que se llama así), donde tienen un restaurante y cafetería con vistas sobre toda la costa y la marina de Faro. Escribimos las postales que compramos ayer, mañana tendermoes que encontrar un sitio desde el que mandarlas.
Para cenar íbamos a ir al número uno de TripAdvisor, que es un steak house, pero estaba lleno. Así que nos fuimos a otro, cuyo nombre no recuerdo, con más pinta de restaurante dónde nos hemos tomado una cataplana de pescado y hemos quedado como unos señores. La cataplana, como la paella, hace referencia en realidad al recipiente en el que se cocina, que es una especie de cacerola grande y baja de cobre. Es tradicional portugués, así que no nos podíamos ir sin probarlo. Estaba bueno y, como siempre, la ración demasiado grande.
Mañana Évora.